Soy el Espíritu Santo, maestro y gran profesor;
sé todo sobre la vida y todo sobre el amor.
Para pagar mis clases no es menester dinero,
trabajo siempre de balde y lo hago muy contento.
Yo me ofrezco a todos, no tengo predilección,
lo único que necesito es que me abran el corazón.
Mi trabajo es muy noble y también muy superior;
penetro en los corazones y les doy luz y calor.
Si me confían su vida no les voy a defraudar,
sé lo que necesitan y yo se lo quiero dar.
Si tienen fe y confianza les podré ayudar mejor,
y les hablaré clarito si me escuchan con amor.
Tengo mis siete dones a su disposición.
¡Quiero un corazón limpio!, ésta es la condición.
Yo ya se que en esta vida hay que luchar y luchar,
hay que tener una meta y se debe conquistar.
El esfuerzo no lo quito, pues no lo puedo quitar,
es necesario en la vida para poder triunfar.
Lo que puedo hacer siempre es darles la voluntad,
renovar las energías y dar la capacidad.
Dicen los ignorantes que no puede ser verdad
que exista un ser supremo que nos pueda ayudar.
Aunque tenga sabiduría tengo también gran bondad,
respeto a las personas y les doy gran libertad.
Son muchas las personas que me buscan con afán
pero por mucho que busquen no me pueden encontrar.
Me llaman siempre por fuera buscando felicidad,
y yo les llamo por dentro esperando su amistad.
Ellos no son conscientes de cuánto les puedo dar;
les doy mucha sabiduría, inteligencia y voluntad.
También les doy alegría, la alegría verdadera,
la que se siente por dentro, en medio de cada prueba.
Les doy también libertad, tan necesaria y tan buena
que nadie puede quitar; ¡La libertad verdadera!
Aunque tú no te lo creas, ésta es la gran verdad,
y para certificarlo: ¡¡LLÁMAME Y VERÁS!!